Por: Virgilio Gautreaux P.
El 8 de Febrero del cursante 2014, se cumple el 150 aniversario del
combate entre navíos españoles y patriotas restauradores barahoneros
acantonados en una playa que existía donde comienza la antigua Calle
Uruguay. Ese día nuestros valientes combatientes se batieron en un
combate desigual, pero cargado de ardor patriótico y gran valor.
Esta pieza militar cautivó la imaginación de numerosas generaciones de
barahoneros y barahoneras de los siglos XIX, XX y XXI. Sin exageración
alguna, miles de compueblan@s crecieron escuchando la epopeya en torno a
este cañón glorioso.
Ubicado en la Avenida Enriquillo de la ciudad de Barahona, la imponente
pieza forma parte de nuestro patrimonio monumental y como tal debe ser
preservado y proyectar su epopeya a las futuras generaciones. Por mucho
tiempo este cañón ha desbordado la fantasía de niños y jovencitos que
convertidos en “artilleros”, disparaban hacia el infinito su imaginación
desbordada, tratando de emular los gloriosos combatientes que una vez
trabaron combate frente al invasor español.
Yo recuerdo que junto a mis amigos de infancia Iván Rodríguez Saldaña,
Leonardo Moscoso Lembert, Luis y Augusto Moreta, Lulún Féliz, Ciprián
Espinosa, Carlos Vidal Lassis, Ameriquito Melo, Rafelito Trinidad y
otros, jugábamos “caballito” montados en el cañón y otras veces
“hacíamos la guerra”.
Muchas veces estando en el parquesito (hoy parque temático), jugando al
topao, joyero, topi-topi o al escondío, alguien gritaba: el primero que
llegue al cañón !!! y salíamos juyendo como el diablo para ganar la
carrera. Nuestros mayores al pasearnos por el malecón barahonero, al
señalar el cañón siempre nos recordaban los acontecimientos ligados a
sus patrióticas descargas. Por eso, todos los niños queríamos nuestro
cañón. Crecimos admirándolo.
Lllegado a este punto, muchos dirán, pero cuál es la verdadera historia del dichoso cañón?
Como se sabe, en todo conflicto bélico se entrecruzan verdades con mitos
y leyendas. La historia de la humanidad así lo reseña. De ahí surgen
cantos, poemas e himnos patrióticos. Actos heróicos durante la larga
lucha por la libertad del pueblo dominicano, son proyectados a las
futuras generaciones con intensidad y dramatismo, para que en caso de
que las circunstancias lo requieran, los presentes sepan defender con
las armas su patria, como anteriormente lo hizo la juventud dominicana
en 1844, 1863, 1916 y 1965.
Combate del 8 de Febrero de 1864
Nuestro país había sido entregado por Pedro Santana a España en 1861.
Las falsas promesas “de progreso” que se comprometió cumplir, no se
concretizaron, a lo cual se sumó la arrogancia del ocupante español. El
disgusto cundió y la libertad que los dominicanos habían logrado luego
de 12 años de combate con Haití, encendió la locomotora del combate, se
inflamó la patria y el invasor español fue expulsado para siempre.
Desde 1863 militares, intelectuales, hombres y mujeres, junto a la
mayoría del pueblo dominicano, se enfrascaron en todo el suelo patrio en
una
cruzada para expulsar al ocupante extranjero, lucha ésta que cubrió todo
nuestro territorio. Para recupera la libertad, nuestros compatriotas
apelaron a toda forma de resistencia, novedosas tácticas de combate y
habilidades frente al enemigo.
Juan Bosch en su obra sobre la Guerra de Restauración destaca que los
combatientes dominicanos luchaban casi a mano pelá y en desventaja. Para
ello incluye una cita de Pedro Francisco Bonó donde éste al referirse a
las condiciones de los patriotas en un bastión militar, destaca: “no
había nadie vestido. Harapos eran los vestidos; el tambor de la
comandancia estaba con una camisa de mujer por toda vestimenta…; el
corneta estaba desnudo de la cintura para arriba. Todos estaban
descalzos y a pierna desnuda”.
No obstante estas condiciones, así se derrotó al invasor !!!!!
Por doquier sufría el enemigo terribles pérdidas. El Sur era una
verdadera fragua, razón por la cual estratégicamente los españoles
deciden realizar una ofensiva militar en un intento de tener bajo
control esta parte del país en el marco de su estrategia global de
cercar y sofocar el gobierno restaurador con sede en Santiago de los
Caballeros.
El General José de la Gándara encabezó un fuerte contingente que fue
ocupando poblados sureños vacíos y vastos territorios, pero sin
importancia estratégica. Los patriotas mediante una excelente táctica
guerrillera hostilizaron de forma permanente al enemigo, pero sin libar
grandes batalles. En su “victorioso” trayecto, los discursos
triunfalistas de La Gándara para estimular las tropas, frecuentemente
eran ahogados por los certeros disparos de patriotas sureños ocultos en
el monte. La travesía de Neyba a Barahona de los soldados ocupantes, fue
un tormento permanente. Incendiarios españoles frustados, quemaron
Rincón (Cabral) y sostuvieron varias escaramuzas sin resultado alguno.
Mientras tanto, los patriotas barahoneros acantonados en la ciudad,
libraban un duelo a cañonazos contra dos barcos de la marina española.
Se trataba de los buques Isabel La católica y Marqués de Comillas, ambos
armados con
buen número de cañones y excelentes artilleros. Nuestros compueblanos
disponían únicamente de tres cañones, uno de los cuales-el más
viejo-había sido reparado en esos días, con motivo de unas festividades.
Fue precisamente esta pieza, la que logró hacer blanco en el barco
Isabel la Católica, causándole 4 bajas. Sin embargo, el fuerte cañoneo
de las embarcaciones ibéricas, obligan al repliegue de los defensores
del poblado, el cual previamente fue incendiado por órdenes del General
Angel Féliz Liberata “para que los españoles se alojaran en el
infierno”.
Los barahoneros se dispersan por las lomas cercanas, entonces bajan
tropas de las embarcaciones y se encuentran con el ejército de La
Gándara. De los tres cañones que utilizaron nuestros compatriotas, los
españoles se incautaron los dos mejores. En este punto, es bueno
insertar las notas que siguen escritas por Matías Ramírez Suero en la
página 85 de su obra Fundación de Barahona:
“Al notar los españoles que los patriotas habían abandonado la plaza, se
acercan más y proceden a desembarcar sus tropas. Revisan todo el lugar,
buscan con qué fue dañado el Marquéz de Comillas (sic) y exclama el
sargento Zorrilla: aquí, está, mi General, con este fue que dispararon.
Se le huele su boca y ciertamente fue el causante. El General La Gándara
abre un libro, era el Código [militar] Español donde reza: todo aquel
que causare algún daño, muerte o avería al ejército, barco u otra arma
de guerra de España, será condenado a muerte, sea quien sea, venga de
donde venga, y con qué se le hiciere. Ahí es condenado a muerte el cañón
y sin apelación, como dice la Ley. Se procede a dar cumplimiento a esa
sentencia. Se procedió a taparle la boca, para que jamás pueda disparar,
cosa que se hizo con una de las balas del mismo cañón, pero ahora a
fuerza de mandarria y una varilla de hierro. Es conducido hacia el sitio
de fusilamiento, la punta de un muellecito, el que entonces había, es
llevado en ruedas de carreta, las que también encontraron; se fusila con
tres descargas a ese cañón, como manda la Ley, y se procede a darle el
tiro de gracia. Ahora a sepultarlo en el fondo del mar. Se le lanzó en
ese muellecito en 1864. Ahí estuvo sumergido ese cañón unos setenta
años, hasta el 1933, que el Gobernador de entonces
Jaime Mota hijo, en vista de que estorbaba allí, con la cooperación de
voluntarios logró sacar el cañón de donde estaba y lo trajeron a la
playa cerca de donde fue fusilado (hoy calle Jaime Mota)”. Fin de la
cita.
Sobre la marcha de La Gándara, sus pírricos resultados y la acción
valerosa de los barahoneros, escribieron José Gabriel García, Gregorio
Luperón, Pedro M. Archambault. También los escritores barahoneros José
A. Robert, Matías Ramírez Suero y Oscar López Reyes. Wilson Gómez
Ramírez realizó un extraordinario documental audiovisual donde resalta
la hazaña del 8 de Febrero de 1864.
Como bien señaló Matías Ramírez, el histórico cañón pasó décadas
sepultado bajo el mar barahonero. Sin embargo, la suerte de la pieza
comienza a cambiar cuando en una sesión de la Sala Capitular del
Ayuntamiento de Barahona realizada el 29 de Julio de 1932 se decidió-a
Petición del Regidor Angel Augusto Suero-que el Síndico Luis Castellón
“haga conducir hasta el patio de la Comisaría un cañón que se encuentra
abandonado desde hace largo tiempo a la orilla del mar, frente a esta
población”.