¿Cómo
es y en qué se ha transformado actualmente la ciudad? ¿Es sólo un
espacio de flujos y de inacabables mutaciones que complica la existencia
humana? ¿O es la musa deseada por los innumerables pretendientes en sus
posibilidades políticas y mercantiles?
Antonio Elizalde y María Tijoux. Ciudad: espacios y flujos
Por Virgilio Gautreaux P.
Actualmente
hay en nuestra querida Barahona un encendido debate, luego de que la
Sala Capitular aprobara la instalación de una estación de combustible en
plena Avenida Enriquillo, particularmente en la parte “de entrada”
hacia esta emblemática vía tan querida y apreciada por las y los
verdaderos barahoneros.
Es bueno que sepamos que toda
el área que forma esa parte de la Perla del Sur, siempre fue asiento de
dinámicas actividades portuarias aduanales, asiento de compañías y
empresas comisionistas. En las primeras décadas del siglo XX, numerosos
hombres de negocios tenían instalados en estos terrenos sus almacenes
con productos de exportación, junto a mercancías que habían importado.
En las cercanías también estuvo ubicado el mercado municipal. Más
anteriormente, hubo un cementerio.
Años después (desde mediados de
la década de los años treinta en adelante) las autoridades municipales,
en interés de recuperar y hermosear esa parte de la ciudad, construyó
primero un paseo o Malecón de pocas cuadras, un balneario con un
puentecito y una caseta. También recuperó, limpió e instaló el viejo
cañón que rememora el combate entre patriotas barahoneros y las tropas
españolas durante la Guerra de Restauración. Este paseo “Miramar”
contemplaba la construcción de un parque infantil, el cual fue una
realidad en los años cuarenta del siglo pasado. Un local escolar ideado
muchos años atrás, fue construido en este lugar. También estaba la
Comandancia de la Marina de Guerra.
Las
familias Mota y Coiscou poseían terrenos en esta parte de la ciudad,
junto a otros dueños. Mediante compras, donaciones y permutas, se logró
traspasar al Municipio parte del área para los fines señalados
anteriormente.
La Sala Capitular, que durante
los primeros 50 años del siglo pasado dirigió los destinos y el
desarrollo urbano de la ciudad de Barahona, era extremadamente celosa en
todo lo que se relacionara con el ornato y la seguridad de la
comunidad. A tales fines, era cuidadosa con las autorizaciones para la
instalación de estaciones de combustibles. En un principio, varios
empresarios recibieron permisos para vender carburantes y algunos se
ubicaron en la calle Jaime Mota, en las cercanías del Parque Central.
Sin embargo, años después los concesionarios fueron “exhortados” a
trasladar sus negocios a lugares donde no hubiera muchas viviendas,
preferentemente en las afueras de la ciudad.
La
expansión económica experimentada por la ciudad de Barahona a partir de
los años veinte del siglo pasado, aumentó el tamaño de la población,
multiplicó el número de hogares, negocios, empresas, edificaciones
públicas y de carácter recreativo y social. Este proceso impulsó el
crecimiento urbano, a la vez que se diversificó el empleo en pequeñas
fábricas, talleres, comercios y microempresas en general. La complejidad
de tantas actividades interactuando simultáneamente, aumentó los
riesgos, razón por la cual se produjeron en ese período numerosos
incendios.
Ante esta situación, las
autoridades municipales barahoneras de entonces legislaban celosamente
en todo lo relacionado con el manejo y operación de materiales
inflamables, obligando en una ocasión el ingenio Barahona a reubicar un
almacén de combustibles, explosivos y sustancias que podían provocar
incendios.
También podemos citar que la
Sala Capitular de nuestro Ayuntamiento, en su Sesión del 18 de Noviembre
de 1927, resolvió ordenar a The Barahona Woods Products (industria de
la madera) que en la caldera de la fábrica colocara “una chimenea de 25
pies, más de alto que los que usa actualmente, pues [el Ayuntamiento ]
ha constatado en estos días parte de la ciudad envuelta en nubes de humo
pesado y asfixiante”. El organismo municipal instruía también que se
colocara en la salida una “tapa protectora de chispas y carbones”.
Hace unos 60 años tenían
estaciones de combustibles Jabib Asmar (en la salida de la ciudad);
Melchor Fuentes (la que fue años después de Teseo Ramírez); Sopito
Lagares (donde está ahora la compañía Expreso Barahona); Benjamín Toral
(la ubicada cerca del puente del Río Birán y otra cerca del hospital
Jaime Mota); Manuel Tezanos (en la calle Luis Del Monte, un poco más
arriba de la calle Duvergé). Había también otra empresa del ramo de
combustibles en la calle 30 de Mayo, cerca de la antigua casa de la
familia Toral (actual biblioteca Municipal). El ingenio Barahona tenía
instalaciones propias de combustibles para suplir sus necesidades.
Si observamos a través de los
años, podemos apreciar que nuestras autoridades municipales (Alcalde y
Regidores) fueron muy inteligentes autorizando la instalación de
estaciones de combustibles en las afuera de la ciudad, particularmente
en sus salidas, política ésta que se mantuvo hasta esta reciente
aprobación.
La existencia de organismos
“autónomos” que sueltan sus amarras, que se “independizan” de las
colectividades que los eligen, no es nueva. Previendo esta posibilidad,
tan temprano como el 1846 (en plena guerra de independencia), el
Congreso Nacional, mediante el Decreto No. 77 de fecha 15 de Mayo del
citado año, estableció los mecanismos legales para el sometimiento de
los alcaldes y los miembros de las Salas Capitulares.
En el primer Considerando de
dicho Decreto se precisaba que la garantía social [de la colectividad]
requería que los funcionarios fueran responsables con sus actos y que
por tanto, en las Leyes relativas a cada rama o Corporación, debía
contemplarse el modo de hacer efectiva dicha responsabilidad. De igual
modo, en el segundo Considerando se destacaba que la Ley que creó los
Ayuntamientos (la No.32 del 2 de Mayo de 1845) carecía de disposiciones
relativas a la responsabilidad de las Corporaciones Municipales y sus
integrantes. A partir de estas apreciaciones se establecieron los
procedimientos para el sometimiento de los funcionarios edilicios y sus
traducción a los organismos judiciales competentes, los cuales en caso
de culpabilidad sólo podrían dictar “la suspensión temporal o la
destitución de los inculpados, según la gravedad de la causa, sin
perjuicio de las penas pecuniarias a que puedan ser condenados en razón
de los perjuicios que hayan causado”.
En otra parte del Decreto,
había un dispositivo para aquellos que cometieran desfalcos o
malversación de los fondos comunales, que al ser procesados por los
tribunales “podrán ser condenados a las penas con que la Ley castiga el
abuso de confianza”.
Como podemos apreciar, hace 168
años ya se aplicaban mecanismos de corrección a posibles componendas y
desafueros de nuestras salas capitulares.
Es impensable que luego de
décadas de lucha de los barahoneros para sacar las contaminantes
instalaciones de Sal y Yeso; que se logró construir el Boulevar (a pesar
de sus decenas de fallas); que se mejoró un poco la Avenida Enriquillo;
que se redujo el movimiento de personas por el traslado del viejo
Centro Universitario y que se remodeló el Parque Temático y la Plazoleta
Caamaño Deñó, los beneficios de la plusvalía social urbana lograda, en
lugar de ser aprovechada por todos los barahoneros, quedarían en manos
de los propietarios de una estación de combustibles.
Al igual que hace ya muchas
décadas, esa parte de la ciudad ha recobrado la calma. No hay hogares ni
colmadones. Tampoco bocinas chillonas. El lugar interconecta dos
importantes vías y en el futuro, ambas serán vitales dentro de los
programas de desarrollo vial de la Perla del Sur. Pensemos que no debe
ser una ruidosa estación de combustibles lo primero que deban ver los
turistas de cruceros que nos visiten !!!!
Rápidamente revisé las
funciones de los Regidores en las leyes municipales de varios países de
Latinoamérica y son bien claras sus atribuciones en materia de legislar
en beneficio de las colectividades que los llevaron a esos puestos. A
modo de ejemplo, seleccioné estos fragmentos de la Ley municipal del
Perú:
“Otra de las funciones
importantes que esta ley otorga a los regidores, es la de mantener
permanentemente comunicación con la organizaciones sociales y vecinales a
fin de canalizar en el consejo municipal la solución de sus problemas y
necesidades…….(lo que) les obliga convertirse en intercomunicadores
validos de lo que el conjunto de familias de su territorio desea
obtener”.
Nuestros honorable Regidores
conocen bien Barahona. Son Cuatriboliaos. Son Minosos. Les gusta la
tilapia, San Rafael, el Mangú, el Yaniqueque y el pescado de Los patos.
Beben con gusto el café de nuestras lomas. En fin, saben cómo es
Barahona. Saben cómo piensan los y las barahoneras. Ahorrémonos
situaciones enojosas. No añadamos nuevos inconvenientes a la larga lista
de problemas que ya tenemos.
Los integrantes de la Sala
Capitular fueron elegidos por el pueblo de Barahona para que legislen en
beneficio de los mejores intereses de la colectividad. Es la comunidad
la que debe pautar el accionar de los regidores y no éstos los que le
impongan “a la mala” decisiones contrarias al interés público. En la
democracia no es justo que el criterio de un pequeño grupo de personas
se imponga a la voluntad y el deseo de 100 mil barahoneros.