Caminando por Barahona con Martí y Bosch
Por Pedro Taveras (pjtaveras@hotmail.com)
Tomado de http://chinchilina.blogspot.com
Cuando
pasé por Barahona, después de haber leído "El turco se llamaba" (*) de
Juan Bosch, me llené de imágenes en las cuales se presenta José Martí,
el apóstol de la independencia cubana, quien visitó ese pueblo en los
primeros años de la década de mil ochocientos noventa en su militancia
independentista.
En
"El turco se llamaba" Bosch nos describe a Barahona en la época en que
la visitó Martí, nos habla de un pueblo de unas cuantas docenas de
bohíos, donde la única casa era la de don Carlos Alberto Mota "… cuyo
prestigio no se discutía entre el Yaque del Sur hasta la frontera con
Haití" y a quién Martí visitó por recomendación de un hermano.
Llegué a la Provincia Barahona,
procedente de Santo Domingo, y atravesé el pueblo por una de esas
calles que mueren en el malecón, para encontrarme al fondo el inmenso
mar. Inmediatamente, en mi mente, figuré a lo lejos La Onelia,
una goleta que transporta gente y correos desde Santo Domingo, la misma
que transportó a Martí luego de su paso por New York hace más de cien
años.
Me olvidé de toda modernidad, de cualquier barco de transporte de sal y yeso, o de azúcar amarrado en el muelle; me olvidé de la Barahona
actual, llena de vehículos, casas, hoteles, y todo tipo de movimientos,
incluyendo a los políticos y sus altoparlantes calle arriba y calle
abajo. Todo lo cambié por aquellos navíos de vela. "Vela", ¨vela¨,
voces de niños anunciando la llegada por las turbulentas aguas del Mar
Caribe de las embarcaciones, única vía de comunicación de Barahona con
el resto del país y el mundo, esas voces a todo pulmón de los niños de
aquel entonces era repetida por las cotorras: "vela", "vela" por todo
el pueblo, tal como lo describe Juan Bosch, al narrar la llegada del
“turco” a Barahona.
Pude
visualizar la imagen del apóstol de la independencia cubana dada por
Bosch: "...en cubierta al hombre, un sujeto pequeño, mas bien delgado,
vestido con paño negro y tocado con gorra. El extraño era ligeramente
cetrino, de bigote abundante y ojos y pelos obscuros; estaba cruzado de
brazos esperando quizás que dieran fin a las maniobras de atracar y las
pupilas le relampagueaban con una pesada carga de gravedad", Me lo
imagino bajando de la goleta que lo transportó desde Santo Domingo a
Barahona, procedente de New York.
Me
confundo entre la gente que pretenden, más por curiosidad, ayudar al
extraño visitante. Lo veo bajar con sus baúles llenos de secretos, de
ideas, pensamientos y esperanzas libertarias.
Me
entretengo con Bosch mirando casuchas de pajones y tierra, y pude
divisar la casa comercial, la única de madera, ladrillos y zinc a la
vista, la del señor Carlos Alberto Mota, a donde llegó Martí, el
pensador que la gente común confundió con un comerciante sirio, al que
la gente llamaba "turco", y sus maletas llenas de papeles de la
revolución con las mercancías para la venta a los campesinos de la zona.
Feliz confusión que cubrió al revolucionario ante la delación de los
agentes consulares.
Después
de leer la narración de Juan Bosch, sobre lo que le contaron de la
breve estadía de Martí en Barahona, no se me borran aquellas imágenes
labradas por el maestro del realismo social en la literatura dominicana.
Cruzo
por aquellas calles de Martí y Bosch, retomo la vía por la costa,
entonces recupero el sentido de la historia, perdón, quise decir de la
geografía, dándome cuenta que estoy llegando a Paraíso, rumbo a
Pedernales.
(*) Juan Bosch, El Turco se Llamaba…en Temas Histórico, Tomo I, 1era. Edición. Ed. Alfa y Omega, Santo Domingo, 1991.
Imágenes tomadas de Iconografía Martiana, Editorial Letras Cubanas, Habana, 1985. 1. Retrato al óleo de Herman Norrman 2. Martí y el Gral Máximo Gómez en Nueva York 3. Dibujos de Martí hechos por Bernardo Figueredo Antúnez 4. Retrato de Martí con Valdéz Domínguez y Francisco (Pachito) Gómez Toro, hijo de Máxiamo Gómez, tomado en Cayo